La respuesta mecánica, sin mayores fundamentos, a la crisis desarrollada por el coronavirus, en el ámbito educativo, por parte de las autoridades centrales, comunales y sostenedores privados, ha sido transportar el proceso educativo a una comunicación virtual. La educación en línea, con las mismas lógicas que durante las últimas décadas han significado un tremendo fracaso de un modelo estandarizado de educación de mercado reflejado en increíbles niveles de desigualdad.
En este preciso instante, miles de docentes, alumnos y alumnas, padres y apoderados, intentan cumplir el mandato vertical (nada nuevo) y poco pedagógico de que el proceso de enseñanza aprendizaje siga cumpliéndose virtualmente. Es decir, a la presión incalculable de tener que aprender a vivir en tiempos de pandemia, con medidas gubernamentales bastante cuestionadas, debemos agregarle la enorme presión de transmitir al alumnado los contenidos, actividades, guías, etc., por parte del profesorado y al mismo tiempo, padres y apoderados intentando suplir la labor docente, junto a un estudiante frente a un computador que está consumiendo conocimiento sin ninguna certeza de que se logre la correcta aprehensión cualitativa del contenido.
La educación, en contrario a lo impuesto (mera transmisión de cierto conocimiento), es una construcción social única e irrepetible que debe entenderse como el resultado de la formación del sujeto social en una interacción dialógica entre el educando y el educador. Está claro que, cerrada la escuela, se debe intentar cumplir el propósito antes descrito, sin embargo, éste no se conseguirá si ahora se traslada a una línea virtual, aquella estandarización del conocimiento, de la evaluación, del proceso educativo,. Se debe usar esa línea virtual como una herramienta, reflexionando en los propósitos fundamentales de la formación humana en momentos de crisis humanitaria.
Sin duda el camino que ha de reemplazar, buena parte del tremendo esfuerzo que hoy agota a las comunidades educativas por pretender lograr mayores coberturas curriculares, es el acentuar el desarrollo de los objetivos transversales, que se relacionan con los valores y las habilidades para la vida, en el marco de una mayor solidaridad, afectividad, colectivización y democracia. El valor educativo fundamental de lo que hagamos hoy en momentos de pandemia y de posible agudización de las medidas en torno a ésta, será el fortalecer aquella labor principal y permitirnos a todos los actores involucrados en el proceso educativo, crecer en esta crisis.
“Restringir la experiencia educativa a completar guías, leer libros, presenciar clases en línea, remite a la vieja vinculación patológica entre poder y educación que creíamos aprendida, pero que vuelve hoy en toda su magnitud, disfrazada de buenas intenciones anti pandémicas.” (La pandemia de la educación en la crisis de la pandemia; Constanza Herrera y Jaime Retamal, El Mostrador, 22de marzo 2020).
La crisis por la pandemia devela, además, la tremenda desigualdad social, económica y cultural que existe en el país y que se refleja en un sistema educativo absolutamente estratificado, fundado en el modelo neoliberal imperante. Esta situación no es menor a la hora de pensar, justamente, en que la herramienta virtual no es de libre disposición, sino que tiene un costo económico que muchas familias chilenas no pueden pagar.
ROBERTO VILLAGRA REYES
PRESIDENTE REGIONAL O”HIGGINS
COLEGIO DE PROFESORES DE CHILE A.G.